jueves, 1 de agosto de 2013




la nueva tecnología

El desarrollo de las nuevas tecnologías (la biotecnología, la ingeniería genética, las nanociencias, las telecomunicaciones, etc.) ha abierto la posibilidad de estimular saltos radicales en la mejora de la eco eficiencia de los procesos productivos actuales, que permitan hacer un paso adelante hacia el paradigma de la sostenibilidad. No obstante, este hecho conlleva una serie de riesgos que todavía no es posible evaluar efectivamente, y que deben ser analizados convenientemente para que no se conviertan en la paradoja del siglo XXI. 



La tecnología es el factor más importante para los seres humanos a la hora de gozar de las comodidades de la vida moderna. A medida que su desarrollo progresa los requerimientos para cubrirlas incrementan y se generan nuevas necesidades que previamente no existían. Así pues, se desarrollan nuevas tecnologías que nos permiten alcanzarlas. La generación de estas comodidades no está exenta de la producción de efluentes residuales en todos los medios.
Hasta hace pocos años los fenómenos ambientales eran considerados a posterior, una vez ya se habían producido. No existía el concepto de prevención de riesgos, de orientación a sistemas a la hora de enfocar un problema, y sobretodo, no se trabajaba con la visión de Desarrollo Sostenible. Esto provocó que los niveles de contaminación y los desequilibrios sociales se agravaran en todos los sistemas, lo cual dio paso a una nueva generación de necesidades, provocadas por el sometimiento de la naturaleza por la mano del hombre. 

Con el tiempo hemos desarrollado la necesidad de concebir sistemas sostenibles, en los que los balances de materia y energía sean prácticamente nulos; y aunque, es evidente que, hoy en día la forma de conseguir sistemas sostenibles, pasa primeramente por modificar nuestros modos de vida y nuestras pautas de consumo, la tecnología continúa desarrollando un papel fundamental para cubrir esa demanda.


En este contexto se hace indispensable conseguir combinar el debate ético con el debate científico. Esto se puso de manifiesto en el transcurso de los primeros desarrollos de productos transgénicos. Las posturas de los expertos se dividían entre la pérdida de biodiversidad que significaba la homogenización del material genético y los beneficios obtenidos al conseguir reducir la hambruna de parte de la población humana con dificultades para alimentarse.

Posteriormente, cuando se planteó la posibilidad de clonación del ser humano, con la clonación de la oveja “Dolly”, el debate se barajó entre los fines terapéuticos (permitiría mejorar el conocimiento genético y psicológico, disponer de modelos de las enfermedades humanas, producir a bajo coste proteínas para su posible uso terapéutico, suministrar órganos o tejidos para trasplantes, etc.) y la temeridad de la manipulación genética (falta de suficiente experiencia previa en modelos animales, posibles problemas de envejecimiento, anomalías genéticas, cáncer, posibilidad de crear problemas psicológicos en los individuos clónicos, además de alegar ser una técnica éticamente inaceptable y contraria a la integridad y la moralidad humana).


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